domingo, 19 de marzo de 2017

Volviendo sin volver. No dejando de dejarlo.

Qué parado que tengo esto.
No es del todo justo que esté tan silencioso, cuando algo podría contar.
Llamarlo entrenamiento, sería darle mucha más categoría de la que merece a la actividad física que mantengo, pero algo es algo hasta que pueda ser más.

No sé si da como para escribir en un blog, aunque esa pregunta ya me la hacía cuando empecé con él hace ¿Diez años?.

Pero sí.
A lo mejor si que podría haber escrito una entrada sobre el fin de semana de Carnaval gaditano,  el 25 de febrero, que me dio por disfrazarme del triatleta que fui, o que sigo siendo, no sé.

A través del amigo Manuel Sánchez me llegó la noticia de un entrenamiento especial, de esos para afilar las armas de los que tienen el calendario tatuado de citas triatléticas con nombres épicos y apellidos de la familia ironman.
Nada más y nada menos que un Duatlón de entrenamiento sin drafting. Corriendo 6Km, luego bici sin drafting de 50 km, y para acabar 3 km corriendo.

Las distancias me venían grandes para la escasa actividad que mantengo, pero las ganas de ponerme el mono, subirme a la cabra y sentirme triatleta otra vez eran muy fuertes.
Así que allí que me fui con más ganas que preparación, a pasar un rato estupendo y a sorprenderme cubriendo 50 km con la cabra en un terreno no precisamente llano, a unos ritmos totalmente inesperados.

Y una cosa lleva a la otra.

Uno no puede ir a entrenar con la cabra, que le hagan fotos acoplado en la bici, y cuando tu club organiza un duatlón sprint, escaquearse.





















Ni podía hacerlo ni quería, ya que cuando el mono sale del armario es como la máscara aquella de la película de Jim Carrey. Que se niega a ser guardada de nuevo y, posee y transforma, a quien la tiene.
Pues eso. Que ahora cualquiera guarda el mono otra vez.

Así que sin querer... sin querer evitarlo, pasé un día estupendo con mi Club de siempre, el Club Triatlón Camaleón, el mejor del mundo, haciendo un triatlón sprint, que terminé como era previsible el último, pero haciendo unos ritmos en bici totalmente inesperados.
Y poco más que contar.

Una imagen engaña más que mil palabras, y es la viva muestra del postureo de quien ahora mismo acaba un triatlón sprint pidiendo la hora. Poco a poco.

Y al día siguiente en la mejor compañía me fui a soltar piernas en la Carrera organizada por Entreculturas en el Parque natural de los Toruños, para ayudar a los refugiados de Sudán del Sur.

De momento está claro que habrá que entrenar un poco más para que estos escarceos pseudo-competitivos no me cuesten la salud.



*Fotos: Gracias a Fotos  Chano

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Algo más para retomar en 2018...o esto también lo das por perdido? Merece la pena el esfuerzo. Feliz Navidad.