Una paradita.
Eso es lo que he hechos estos días. He podido irme unos días a la montaña de descanso.
Eso suponía cambiar por unos días los tres deportes, por el esquí.
En el pueblecito del Pirineo al que voy últimamente, la gente del lugar sabe por la experiencia que dan los años y la vida al aire libre, interpretar cualquier pequeña alteración en las nubes, el viento, y la luz de las montañas, para adivinar un cambio en el tiempo.
Últimamente les basta con verme a mí llegar y bajar las maletas de coche, para saber que el tiempo va a empeorar.
Mary Popins llegaba a la casa que fuera con el viento del Este y se marchaba de nuevo cuando cambiaba.
Yo llego allí siempre acompañado de un cambio brusco de tiempo, y me voy coincidiendo con la mejora de las condiciones. La ley de Murphy que diría alguno.
En el Puente de la Inmaculada traje 3 días de lluvias ininterrumpidas y subida de la temperatura más de 10º. No quedó nada de la nieve que cubría todo a mi llegada. Las pistas cerraron.
Esta vez me he traído conmigo un viento fuerte y frío del noroeste, y unas temperaturas bajísimas.
Si la estación de esquí en cuestión no estaba cerrada, no tenía moral (por no decir h) de esquiar a -10º, y tras dos bajaditas se tenía que abrazar uno a un vaso de caldo caliente y refugiarse donde sea.
Por lo demás estos días me han venido fenomenal como descanso (mas o menos activo), y físicamente he recuperado totalmente. Venía un poquito cargadito de la semana del cross de Itálica en la que metí unas 9 h en 5 días.
Además de descansado he vuelto un poco pesado gracias al menú montañero, y me está costando esta semana ponerme de nuevo en serio.
La sesión de hoy se ha hecho durísima, en parte por uno de esos absurdos que a menudo protagonizo, y sin los cuales, mi vida quedaría irreconocible.
He programado a primera hora y en ayunas un entranmiento de carrera duro, de mas de una hora, y como preparación cené la noche anterior, un bocadillo de pringá.
Eso es lo que he hechos estos días. He podido irme unos días a la montaña de descanso.
Eso suponía cambiar por unos días los tres deportes, por el esquí.
En el pueblecito del Pirineo al que voy últimamente, la gente del lugar sabe por la experiencia que dan los años y la vida al aire libre, interpretar cualquier pequeña alteración en las nubes, el viento, y la luz de las montañas, para adivinar un cambio en el tiempo.
Últimamente les basta con verme a mí llegar y bajar las maletas de coche, para saber que el tiempo va a empeorar.
Mary Popins llegaba a la casa que fuera con el viento del Este y se marchaba de nuevo cuando cambiaba.
Yo llego allí siempre acompañado de un cambio brusco de tiempo, y me voy coincidiendo con la mejora de las condiciones. La ley de Murphy que diría alguno.
En el Puente de la Inmaculada traje 3 días de lluvias ininterrumpidas y subida de la temperatura más de 10º. No quedó nada de la nieve que cubría todo a mi llegada. Las pistas cerraron.
Esta vez me he traído conmigo un viento fuerte y frío del noroeste, y unas temperaturas bajísimas.
Si la estación de esquí en cuestión no estaba cerrada, no tenía moral (por no decir h) de esquiar a -10º, y tras dos bajaditas se tenía que abrazar uno a un vaso de caldo caliente y refugiarse donde sea.
Por lo demás estos días me han venido fenomenal como descanso (mas o menos activo), y físicamente he recuperado totalmente. Venía un poquito cargadito de la semana del cross de Itálica en la que metí unas 9 h en 5 días.
Además de descansado he vuelto un poco pesado gracias al menú montañero, y me está costando esta semana ponerme de nuevo en serio.
La sesión de hoy se ha hecho durísima, en parte por uno de esos absurdos que a menudo protagonizo, y sin los cuales, mi vida quedaría irreconocible.
He programado a primera hora y en ayunas un entranmiento de carrera duro, de mas de una hora, y como preparación cené la noche anterior, un bocadillo de pringá.
He escrito bocadillo. Nada de montadito o pulguita que diría un finolis. Un señor bocata de pringá, como combustible para correr fuertecito, en vez de frutita y algo de pasta.
Lo que no se es como es que llegue a dormír.
Adjunto por otro lado, foto de menú montañero. Se que parece atún, pero amigos: se trata en realidad de "lasquitas" de Foie, bajo las que hay una abundante ración de jamón serrano y patatas fritas.
Seguiremos hablando de los entrenamientos, o en su defecto de los homenajes gastronómicos que me pego.
Adjunto por otro lado, foto de menú montañero. Se que parece atún, pero amigos: se trata en realidad de "lasquitas" de Foie, bajo las que hay una abundante ración de jamón serrano y patatas fritas.
Seguiremos hablando de los entrenamientos, o en su defecto de los homenajes gastronómicos que me pego.