viernes, 27 de agosto de 2010

Un punto en el camino.


Hace ya algún tiempo que volví de vacaciones.
Sin embargo, ahora que muchos regresais de las vuestras, me acuerdo de mi regreso.

Fue en coche, un día de mucho calor. Madrid-Sevilla, echando de menos la radio del coche que me volvieron a robar. Solo en compañía de mis pensamientos y mis recuerdos.

Muchos de esos pensamientos volaban hacia los momentos vividos, en Regensburg, en mi primer Ironman. Un logro difícil de olvidar que en aquel momento aun estaba fresco en mi cabeza.
A algún amigo ya le ha servido para rebautizar mi "nick" en el foro del Club, en el que siempre he sido Guadiana, y ahora he sido rebautizado como IronGuadiana. Un exceso, creo yo, pero se lo agradezco.

Yo no se si he esta experiencia me ha cambiado en algo, pero yo creo que si.
Tengo la fuerte impresión de que es así. Que este es un punto especial del camino, algo que merece señalarse en la larga sucesión de kilometros y momentos de una vida.





Solo un lugar. Solo un kilómetro mas, pero un kilómetro especial.



Para mi coche es un perfecto, simétrico y muy divisible 88.888.

Para mi un lugar especial en mi mente, al que volver para coger fuerzas cuando vengan las dudas.


Hablando de recuerdos. La entrada de hoy de Talín, se refiere a un ilustre triatleta que participó precisamente en el Ironman de Regensburg, aunque yo no lo he sabido, hasta que lo leí hoy mismo en dicho blog. (No cuento mas, para que os paseis por este magnífico Blog a leerlo).

He tirado de memoria y de las fotos, y mira por donde fijaros el par de ilustres triatletas que se sentaron al lado mío en el Briefing.




Nada menos que Dave Orlowski y Tom Knoll. Respectivamente el tercer y sexto clasificados en aquel mítico primer Ironman de Hawaii, en el que tomaron parte 15 pioneros, llegando 12 finisher. 32 años después ahí siguen.

sábado, 14 de agosto de 2010


Algunas IM-ágenes.





Una playa muy pequeña para 2400 aspirantes.





Tierra firme por fin.





¡Uy!, Una cámara. Pataaaata.




Al final estas subiditas harían mella.

Comienzo de la maratona. El gemelo derecho acecha....





Saboreando el momento.




Indescriptible.




El día después fue muy duro... ¡Ay!como sufro.




Pese a las escaleras es obligada la visita a Walhala, a agradecer a los dioses que en ella moran haber permitido culminar mi particular Odisea....




.....porque tengo la certeza de que la protección y auxilio de cierta deidad, me ha dado fuerzas y ha alentado mi ánimo.

viernes, 6 de agosto de 2010

Ironman de Regensburg.

Ahora que tengo un poco de tranquilidad puedo hacer ya contaros que pasó en Regensburg.

Podría escribir, y escribir, pero trataré de ser breve, aunque no creo que lo consiga.

El ambiente de un Ironman es deslumbrante. La infinidad de gente de todos los rincones del Mundo que se reúnen para poner a prueba sus límites en algún lugar donde el reto del Ironman los ha convocado tiene auténtica magia. Es algo emocionante desde los días previos, hasta el final. Toda la parafernalia y ceremonia que rodea a la prueba es deslumbrante.

Hablemos de Regensburg. El Ironman nuevo de la franquicia. La primera edición de un IM que tiene el éxito garantizado. Y se que mas de uno dirá que con que criterio juzgo si solo conozco un Ironman. Este desde luego es perfecto.
Quien conozca los paisajes y gentes de la Baviera, ya sabe de lo que hablo.

El día de la prueba.
El Hotel nos pone el desayuno a decenas de triatletas de todas las procedencias y edades. Desayuno bien fuerte. Son las 4.00 AM.
Cojo la bolsa con las ropa y salgo andando camino de la plaza de la que salen los autobuses puestos por la organización.

Camino solo con la bolsa por las calles desiertas de Regensburg. La mañana fría como son por aquí en esta época. Rondamos los 10º. A los pocos metros veo aparecer otros dos triatletas, con sus bolsas blancas. Les mantengo la distancia en silencio, mientras cruzamos el puente sobre el río Regen, que comparte con el Danubio la culpa de la humedad de esta preciosa ciudad.
Conforme voy llegando a la plza de los autobuses, surgen de cada esquina silenciosas figuras con su bolsa blanca que llevan mi mismo camino, así hasta la plaza, donde ya me encuentro con unos 200 triatletas que esperan el autobús.

Durante el camino a Neutbraling donde esta el lago Guggenberger y la T1 es tranquilo. Muchos triatletas duermen en el autobús.

Mi encuentro con la bici, y todos los preparativos previos son rutinarios, muy parecidos a cualquier otro Triatlón. Solo que todo el mundo me parece muy grande, muy fuerte. Soy el mas canijo y el mas bajito de los boxes. Eso creo yo.

No estoy nada nervioso. No se por qué, pero estoy muy tranquilo.

Entro a calentar algo en el agua, nado unos metros, durante 5 minutos, y por megafonía indican que en solo 10 minutos saldremos.
En la orilla mucha expectación. Mucha gente. Un grupo de japoneses se hace fotos antes de salir.
Una chica baila la canción de megafonía.
Yo mientras elijo mi sitio para salir. Casi siempre salgo muy detrás y muy abierto, pero es increíble la cantidad de gente que hay en esa zona. Demasiada. Todos pensamos lo mismo.
Así que decido, seguramente equivocadamente situarme pegado a la línea de corcheras, en la zona corta. Supongo que fue un error.
Me echo a nadar y me encuentro rodeado de brazos de piernas, de gente que nada realmente mal. Progreso como puedo, recibo manotazos. De pronto estoy rodeado de japoneses, y de verdad que parecía que jamás hubieran ido a una piscina. Manoteaban salpicaban, era agobiante.
Recibo un golpe en la nuca muy fuerte. Ahora empiezo a sentir miedo.
A los pocos metros el nadador al que sigo se desorienta, se detiene levantando la cabeza, e inicia la marcha con una patada de braza que me impacta la cara. Y además toda esa gente grande que vi en los boxes tienen unos pies bestiales, así que casi me deja atontado ese 45 en la cara.

Tengo bastantes momentos de tensión y miedo en los primeros metros, porque es angustiante recibir, palos, y no poder ni adelantar, ni pararte porque los de detrás pasan por encima.
Viene muy bien tener mucha sangre fría para nadar en un Ironman.

Poco a poco como es normal, la cosa mejora, los nadadores se dispersan, y puedo ocuparme solo de nadar.

Salgo del agua un poco mareado después de casi 1 hora y cuarto, de nadar. Recuerdo la sensación al enfilar el arco de salida. Pensaba: “Tío, de momento has sido capaz de acabar la natación de todo un Ironman, ya no te vas de vacío”.

Me voy a cambiar de ropa completamente, pero me paso la tienda/ vestuario, porque hay uno que me pregunta en inglés que qué tiempo hemos hecho. Le contesto, pero no hay manera de que me entienda.

Me cambio y salgo con la bici. Estoy disfrutando mucho de cada momento.

Al poco de empezar el recorrido tenía planeado comer, pero la barrita no me acaba de entrar y al final no me sienta del todo bien.
En pocos minutos estamos cruzando el puente sobre el Danubio y dirigiéndonos a las suaves colinas repletas de bosques que hay en este margen del río.
El recorrido de la bici, son unos 40 km en este terreno de colinas, y los otros 40 en zona casi llana. Dos vueltas.

Me equivoqué al valorar el perfil de la prueba. Me parecía una tontería muy asequible, pero la verdad es que era una zona de sube – baja bastante dura. Nada de suaves colinas. Además esta zona llegaba a los pocos minutos de salir del agua. No me da tiempo a coger ritmo.
Subo atascado y con malas sensaciones. En los descensos me enfrío (aun es temprano) y empeora mis sensaciones que son malas hasta el km 60.

Procuro comer con disciplina, y beber y beber. Solo tomo agua, y una vez acabo el bote de isotónico que llevo no tomo mas que agua, porque no entiendo a los voluntarios de los puestos de avituallamiento. Ofrecen a gritos como en un mercado “banana, guasa, iso…” Termino entendiendo que “guasa” es agua. En otro de los puestos cojo “Iso”, pensando que era isotónica, y me pasan algo que sabe a geles disueltos, así que lo tiro.
(mi estómago no tolera los geles).

La animación en cada pueblo en cada cuesta es increíble. Gente aplaudiendo, animando en cada subida. En los pueblos la gente en la calle con sillas chiringuitos improvisados, las omnipresentes campanas, mil modos de animar.
En uno de los pueblos por los que paso, sobre el km 130, unos vecinos han sacado unos bafles y tienen puesto música de ACDC a tope, me anima un montón y cuando paso junto a ellos meneo la cabeza al ritmo de su rock and roll, lo que sirve para que aumente aun mas sus ánimos y las fiestas.
La gente anima en todos los idiomas y de todas las formas.

A falta de 40 km estoy harto de bici, pero me mantengo acoplado y tratando de mantener una cadencia decente. Tengo las piernas muy machacadas. No se que pasará cuando tenga que correr.
En los últimos kms, paso justo delante del hotel, sin mirarlo, para no pensar en la cama y comida que promete.

Llego a la T2. No hay que buscar el dorsal. La bici se deja secuencialmente por orden de llegada. Ya están casi todas las barras ocupadas, pero al menos hay un 15% aun sin bicis. Me da una idea de cómo voy. Plaza para Hawai no pillo.

Hago una transición cambiando de nuevo completamente la ropa. En transiciones perdí casi 20 minutos.

Y arranco a correr. Estoy sorprendido tengo fuerzas. Voy bien. Debo haber comido bien en la bici.
Primer avituallamiento tomo un plátano, agua e isotónica.

Sigo corriendo y llega el Km 4. Un dolor nace y crece poco a poco, en el gemelo derecho. A los pocos metros me obliga a parar. Estiro, meto los dedos en el músculo, masajeo. Pero nada. Al poco de correr otra vez duele “in crescendo” hasta que tengo que parar.
Es un poco frustrante, y da un poco de vértigo pensar que estas en esas condiciones y aun quedan 38 Km por delante.
Pero no estoy cansado.

Así que tomo la decisión de imponerme una disciplina mas alla del sufrimiento. Trotaré 2 minutos, y tomare otro minuto para descansar del dolor, antes de empezar de nuevo a trotar.
Así hago la Maratón. Parando cada 2 miutos a estirar, meter los dedos en el músculo y masajear. Un juez en la segunda vuelta me invita a pasar a la ambulancia cuando me ve cojear y echar mano cada pocos metros al gemelo. En la ambulancia, me remiten al puesto médico, y en el puesto, un tío, me soba suavemente el gemelo durante 5 minutos, y me pregunta poco esperanzado si eso me hace sentir mejor. Le digo que si para que me deje en paz, y poder seguir la carrera.
Y sigo. Exctamente igual. Dolorosos trotes cada 2 minutos.
Me encuentro con un español, Constantino, residente en Suiza (Tante), que manda recuerdos para mi compañero Michi, y me asegura que con paciencia acabaré. Él ya está en su última vuelta.

En un puesto de avituallamiento descubro sobres de sal y galletitas saladas. Pruebo a tomar la galletita, y por poco me ahogo con la boca seca. Cojo un sobre de sal, y creo que me sienta fenomenal. A lo tonto apenas he tomado un poco de isotónica, y llevo mas de 10 horas de competición.

Mi penitencia de 42 km sigue igual. Trotar-andar-masajear.trotar.
El paso por el casco antiguo de Regensburg, es espectacular. La gente anima con auténtica pasión como si fuéramos ídolos del Tour de Francia, es alucinante.

Poco a poco quedan menos atletas en el recorrido, pero la gente sigue animando igual, leen mi nombre dicen ‘Bravo Yesus” y me dicen algo así como “Siupar”, que por lo que me dijo un hispano alemán es “ Chevre, Estupendo”.
Unas chicas al ver mis mono dicen “Ey! Is a Camilion”. Si señoritas: Un Camaleón from Sevilla.

Durante la primera vuelta no vi a María. Estaba preocupada por mi, preguntando en el puesto de información. En la segunda si la vi, y su ánimo y sus gritos terminaron de convencerme de algo que ya sabía. Sería finisher. No sabía en cuanto tiempo ni cuanto más me costaría. Pero lo sería.

La última vuelta es ya de noche. Gran parte del recorrido a pie es por un parque oscuro. En el avituallamiento previo me dan un fluorescente para que me lo cuelgue. Bromeo sobre ello con los voluntarios. Les digo como puedo en inglés. “Ah, muchas gracias. Esto es cojonudo para los mosquitos”. Y sigo mi camino.
Cuando por fin digieren la parrafada en mi mal inglés y captan la ironía se tronchan a carcajadas.
Los mosquitos de Regensbur son feroces, pero la verdad es que me respetaron (A María no).

El recorrido por el enorme parque a las orillas del Danubio, está señalizado con mas fluorescentes cada 10 metros hay uno. Se ve cual es el camino, pero no se ve apenas el suelo. No es muy seguro correr, pero sigo trotando.
El camino es como una pista de aterrizaje en mitad de la noche, solo que llena de curvas y rodeados de árboles imensos que solo se intuyen en grandes sombras oscuras. No se ve nada, y solo se oye el sonido del agua del río y mis pasos. Es precioso.
Cada puesto de avituallamiento es un oasis de luz, en mitad de una nada negra, de una oscuridad absoluta. Los voluntarios me hacen una fiesta cada vez que llegamos triatletas de última hora a los puestos.
Me adelanta una japonesa de paso corto, y coincido con una americana, que no puede correr, pero que camina a un buen paso de marcha. Pasa junto a mí, lleva un vaso vacío de plástico en la mano y lo estruja rítmicamente marcando el ritmo de su marcha. Una especie de 1-2, 1-2, 1-2… me mira un momento y me dice “My Music”.
Tantas horas, creo que se le ha ido la olla.

Mientras estiraba me ha adelantado, y ha llegado antes que yo al penúltimo puesto de avituallamiento, aun en la oscuridad del parque.
Un voluntario agita un fluorescente en el aire, a modo de saludo, o para que les veamos, no se. La americana, se detiene. Se descuelga del cuello el suyo, coge otro de los del suelo, y con uno en cada mano comienza a hacer señales como la que hacen los pisters para en los aeropuertos para los aviones.
Definitivamente a esta chica se le fue la olla.

No. Lo que realmente pasa es que estamos en el km 37 mas o menos. Ella y yo sabemos ya que vamos a ser finisher, y estamos muy contentos.

Faltando 3 kms, Fran del Club Triatlón Doñana aparece y me da ánimos, me pide que no pare, que siga corriendo. Le explico, lo mucho que me duele el gemelo.
El último Km, mi novia corre unos metros conmigo, animándome.

Y después el pasillo de meta, con toda esa gente animando. Es muy emocionante. Corro por la alfombra los últimos metros, aplaudido por la gente. Cruzo la meta con los voluntarios haciendo la ola, me dan la medalla, la foto de entrada en Meta. Estoy rodeado por los voluntarios y alguien me toca en el hombro. Es Constantino, ese español de Suiza que conocí en la Maratón. Irontante. Me hace una foto con su móvil y me felicita.

La voluntaria, que me asignan como asistente, me pregunta ¿Cómo pudiste correr tan rápido sobre la alfombra? La verdad es que yo tampoco me lo explico. Era como estar en una nube. Ya no dolía nada. Era finisher de un Ironman. Había terminado una prueba durísima, y haciendo la Maratón lesionado.
Pero ya tenía mi medalla.
Agotado y Feliz.

Hoy solo Feliz.