Un año mas, las vacaciones de verano, han servido para incrementar un punto mis entrenamientos, y realizar volúmenes que me permitan alcanzar objetivos mas ambiciosos de los que en realidad debería aspirar un triatleta normalito como yo, pero que no puede evitar encontrar mas satisfacción y diversión en las pruebas de larga distancia que en los cortos y explosivos triatlones con drafting.
Un año mas me hago de vez en cuando la pregunta, de por qué me he comprometido con un objetivo tan difícil, que requiere tanto esfuerzo.
Y como en todas las cosas, a los días de duda les suceden otros, en los que me doy cuenta de cuanto disfruto, nadando una hora en el mar, o pedaleando con el plato metido y el viento a favor, y buenas sensaciones.
O trotando durante una hora con piernas que a fuerza de entrenar, se han endurecido, y parecen haber olvidado lo que es el cansancio, como una sensación ajena, algo del pasado, y que simplemente lanzan mecánicamente zancada, tras zancada hasta la hora prescrita, hasta cumplir con la rutina del día.
Un lugar único. Sábado pasado primera visita |
El objetivo este año es un viejo conocido, el triatlón con mayúsculas para mi.
Este año El Titán planeó algo especial para celebrar sus 10 añitos. Y lo especial, ha sido endurecerse aun mas, lo que ya parecía imposible. Convertir una prueba que yo solo podía aspirar a hacer en algo menos de 8 horas, en otra aun mas larga cuya exigencia nos castigará durante alrededor de 11 horas.
Mas horas de sufrimiento, mas horas de esfuerzo, belleza, sudor, emoción, y pasearnos de nuevo por un día entre el límite del Triple deporte que nos gusta y para el que estamos entrenados, y esa frontera, de lo increíble, del reto impensable, de lo aparentemente inalcanzable, que sin embargo, se alcanza.
Mas horas para alcanzar de nuevo la gloria, de esa elevada meta, la ya carísima plaza de Zahara.