Llueve.
El domingo acudí a la pista de atletismo de mi antigua Facultad. No había un alma en la zona, no solo por las fechas. También por ser domingo. También porque diluviaba.
Yo confiaba en que se abriría un claro y podría cumplir con el plan y permanecí cerca de media hora en el interior del coche aparcado junto a la pista de atletismo.
Al final la lluvia aflojó hasta convertirse en una cortinilla de llovizna muy fina.
Salí del coche, y empecé a correr.
Me sorprendió ver en la pista a otro que como yo trotaba aprovechando la tregua, y una chica, haciendo series, que daba gusto verla. Una auténtica gacela. Un veloz ejemplo de técnica de carrera.
La tregua no duró, y pronto estuvimos los tres corriendo bajo una lluvia muy intensa.
Corriendo la soledad de nuestros entrenamientos, corriendo juntos la misma pista encharcada.
El poder purificador del agua es ancestral.
Mientras me empapaba completamente, pude notar que con el agua resbalaban al suelo algunos reparos, y miedos. El primero de ellos el miedo a mojarme.
Después el reparo a que se mojara la ropa, las zapatillas. Después, conforme me iba calentando y mis pulsaciones subían, se deslizó el miedo a enfriarme.
Después fue retirándose el miedo a que volviera mi dolor de la rodilla, porque se supone que aun no estoy bien, porque quizás no debía.
Después desapareció el reparo a que con la lluvia no saliera bien el test que estaba haciendo. ¡A tomar por culo el Test! . Estaba corriendo en un gran charco de 400 metros. Fuera crono.
Dejé que la euforia tomara las riendas, y desprovisto de los miedos y reparos subí las pulsaciones hasta que me pareció. Y me sentí libre y fuerte.
Hacía tiempo que estaba ya solo en la pista, cuando me decidí a parar y volver al coche.
------------------------------------------------------------------
Ordenando libros en mi casa, me he encontrado con esta reflexión, que quizás le interese a los que se estresan en estas fechas, o los que a veces piensan que no tienen un minuto para nada, o aquellos que piensan las metas que podrían lograr si tuvieran mas tiempo para entrenar o para otras cosas.
Algo parecido preguntó Edmundo Dantés al Abate Faria:
- Pienso en la enorme inteligencia que ha necesitado para lograr la meta que ha logrado
¿Que no hubiese hecho usted estando libre?
- Posiblemente, nada; mi cabeza se hubiera ocupado solo de futilidades. Es preciso la desgracia para descubrir ciertas minas misteriosas que encierra la inteligencia humana, hace falta la presión para que estalle la pólvora. La cautividad ha reunido sobre un determinado punto todas mis facultades dispersas; estas han chocado en un espacio reducido; y ya sabe usted, del choque de las nubes resulta la electricidad, de la electricidad el relámpago, y del relámpago la luz
---- Alejandro Dumas (El Conde de Montecristo). -----