sábado, 11 de abril de 2009

Semana Santa

El sol está aun muy alto y quema la vista de los que salen de la penumbra, la intimidad y el silencio del templo a la luz cegadora y la muchedumbre de la plaza.
El gentío bulle, y guarda silencio alternativamente en oleadas, como las ráfagas de viento que atraviesan el cortejo de nazarenos y penitentes, y que mueven levemente alguna túnica, y apagan algún cirio.

La gente se aprieta, y espera expectante la salida del Señor y de su Madre, nuestra Madre, del templo.

El recorrido se inicia lento por las calles, abriéndose paso entre la gente. Muchas personas, que miran al nazareno, turistas que le hacen fotos, niños que juegan a contar cuantos de ellos van descalzos o a recoger la cera que lagrimea de su cirio encendido,
Todos le miran, sin verle en realidad. Porque solo miran su oscura túnica y su antifaz, porque no le miran a él. Porque él no tiene nombre. Porque es “uno” igual que sus hermanos que han decidido acompañar al Señor, camino del Calvario.

Esa es la realidad, que el nazareno y el penitente están solos con sus oraciones, con la ficción sentimental de querer experimentar, la más leve y menos cruenta de las cargas que Él asumió por el perdón de nuestros pecados.
Y para poder también, ya al final de la estación de penitencia, y gracias al arte del imaginero, contagiarse del dolor de la Madre que ve morir a su hijo en la Cruz.

La procesión se desliza retorciéndose por las antiguas y estrechas calles, y un turista busca encuadrar con su cámara, la calle, la llama de su cirio y su antifaz con el largo capirote, en una imagen que no ha cambiado desde hace años. Quizás no sea consciente de que un siglo atrás habría obtenido la misma, solo que detrás del antifaz no estaría este cargando con sus pecados, sino probablemente su abuelo con los propios.

Tarda en calarle la idea al nazareno.
En una sociedad en la que ver y hacerse ver es esencial, la idea de borrar su existencia del Mundo con una túnica y un antifaz, dejando su Yo velado en esa fotografía de turista es algo que cuesta, pero que llega.
Y entonces, cuando asume esa idea, la gente que bulle, murmura, y habla, se vuelve invisible.
Y no significa ya nada para el nazareno, porque no le dice mucho mas que el viento que sacude su túnica, que el polvo que se enreda en sus pies descalzos, o que el perro que ladra al final de la calle Tornería.

Ni en realidad él es nadie para ellos, solo unos ojos sumergidos en una figura oscura. Igual a sus hermanos de cortejo.
Lo relevante viene detrás. El Hijo de Dios sentenciado, que cumple su penitencia y se ofrece por nosotros. Sacrificio de Amor supremo para que entendamos, para que lo comprendamos.
Y la gente alza la mirada de las túnicas idénticas que no les dicen nada, para mirar al Señor que pasa junto a ellos, que tropieza y se alza de nuevo con la pesada cruz.
Y a cada una de esas almas, se les conmueve el corazón, y entonces algunos entienden, y otros sienten que necesitan desesperadamente entenderlo, mientras el gesto de dolor y tristeza de Nuestra Señora, les aprieta el corazón.

Y un niño de apenas unos meses, es el primero que mira y ve realmente al nazareno. Le mira a los ojos lo único que se ve.
Y como aun es muy pequeño no puede hablar y preguntar por qué.
Y gracias a que es muy pequeño aun se pregunta internamente por qué. Por qué esa figura a la que acompañan todos, arrastra sufriendo una enorme cruz, coronado de espinas.
Y gracias a que es aun muy pequeño mira para entender, antes de que quizás se convierta en un adulto que creerá que lo sabe todo, y que pasa la mayor parte del tiempo preocupado por el sonido de sus propias palabras.
Quizás.
No hay un símbolo mayor de esperanza, que los ojos de un niño.

4 comentarios:

davidiego dijo...

el último párrafo es precioso.

Gonover dijo...

Jamás he visto narrar una estación de penitencia como ahora acabo de leer.

Esto merece un marco, un enlace directo y, tal vez, algúna reseña en algún foro cofrade.

Las palabras, sin duda, salen del corazón de quien ha vivido una estación de penitencia como lo que realmente es.

No cabe otra.

XARLI dijo...

Jesús, para fin de semana de pasión el que nos espera en dos semanicas de ná...
Yo me he recorrido todas las procesiones de por aquí encomendándome a las distintas imágenes. No he procesionado pq bastantes horas voy a tener de penitencia en Elche. Lo mismo nos vemos arrastrando nuestras cruces al final, ¿no?
Venga, ánimo, que seguro que lo haces tan bien como lo escribes.

Jesús dijo...

Muchas gracias a todos:

Davidiego, me alegro mucho de que te haya gustado. No puedo decir otroa cosa.

Gon, t agradezco muchísimo el comentario. Me puse a escribirlo porque sentía la necesidad, pero lo publiqué bastante inseguro.

Xarli: una auténtica penitencia. Acuerdate. Me verás sufir muchísimo en la parte de carrera.